martes, 6 de julio de 2010

Entre Johns y Clientes Te Veas

En el slang norteamericano, los hombres que solicitan el servicio de una prostituta son conocidos como “johns”. Se cree que esto inició con la costumbre de contestar con “John” a la pregunta de su nombre, para quedar en el anonimato, claro. John puede ser cualquiera, y John puede ser nadie también. Asi es que a aquellos hombres que pagan por sexo en Norteamérica, se llaman todos John al momento de hacerlo.

John también apela a la normalidad o cotidianidad, a lo average, lo promedio: John el de la tienda de autoservicio. John el maestro. John el guardia de seguridad. John el abogado. John el muchacho de preparatoria. John el que reparte las pizzas. John el obrero de fábrica. John el desempleado. John el padre de familia. John el diácono de la iglesia. John mi vecino. John el esposo de mi amiga.
El hombre promedio; el que pasa desapercibido porque como él existen millones. John es cualquiera: El que se sienta a tu lado en el transporte público, o el que comparte cubículo contigo en la oficina. El que te atiende en el banco, o el que te ayuda a empacar las compras del súpermercado. John es el compañero de trabajo de tu marido, o el hombre con quien compartes la cama.
John es nadie porque John no existe, es una mentira para salir del paso. Pero al mismo tiempo, John es todos. Vive en Norteamérica, en Finlandia, en Rusia, y en tu calle. Lo ves en la tele, pero también en el espejo, tal vez.

En fin, que John es un paradoja.

He de admitir que desconozco como se “llaman” los usuarios mexicanos de prostitutas. Generalmente en la media se les da el nombre de “clientes”. Pero a diferencia de john, cliente es una palabra inofensiva. En realidad no dice nada, simplemente implica que la persona accedió a un producto o servico por medio de un transacción financiera (dinero) u otro medio de pago (Wikipedia). A diferencia de john, la palabra cliente no delata que el servicio al que se accedió es de tipo sexual, o que el producto que se adquirió es un ser humano utilizado para fines sexuales. Y lo peor, la palabra cliente implica cierto status de poder, por eso dice el dicho “Al cliente, lo que pida”. Quien paga manda, sea en el cine, en el restaurante, o en un prostíbulo.

Cuando hablamos de prostitución forzada, o infantil, -de trata-, cliente llega a ser una palabra demasiado decente para describir al consumidor. ¿Clientes? Mas bien, criminales. Hacen negocios con los tratantes al consumir sus productos, por lo tanto son parte de la trata. Son ellos los que mantienen viva la lucrativa industria de la explotación sexual. Son los que pagan para violar niños, niñas, mujeres y hombres (sí, hombres también). ¿Clientes? No. Delincuentes.

Ya es hora de que a alguien se le ocurra un término mejor para definir a aquél que consume sexo del mercado de la trata.
¿Perro? No, tengo dos perros y sería ofender a los perros.
¿Cerdo? No, los cerdos sí que son inteligentes.
Me viene a la mente aquella canción de Paquita, ya saben “...rata de dos patas...”. En fin, ¿alguna sugerencia?

Que tengan una excelente semana, abolicionistas.

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